A mí no me gusta el dinero. Me da tanta pereza hacer cuentas que prefiero poner de más antes que dividir a cuánto tocamos en las estaciones de servicio. Siempre he pensado que cuando compartes tu vida con gente normal, los gastos se compensan solos. ¿Por qué sin embargo personas que están acostumbradas a no pagar nada me hacen sentir como un Míster Scrooge cuando, a día 8 y teniendo un curro decente, no puedo pagar mi parte proporcional del local? "Te falta pasión". "No eres lo suficientemente bueno para que tu grupo sea rentable". "Menos quejarse y más ganárselo, como hicieron los ********". Sí, yo también entro cuatro veces al día a Je Ne Sais Pop –qué hallazgo lo de 'Revelación o Timo'–. La semana pasada lo hice unas cuantas más, mucha gente estaba opinando. "Nadie dijo que el rock n´roll era facil". Aún siendo un gran fan de Burning, esta frase me suena tan a mánager con coleta que me da risa.
La gente en general no cambiamos de opinión, sólo buscamos lugares para la confrontación o la refutación. No sé de qué sirve comentar, en serio, aunque yo también lo haga. [Juro que esta vez no lo he hecho, me sentía tan fuera de lugar allí que de no ser por Sebas de JNSP que, muy amablemente, me ofreció la posibilidad de aclarar lo escrito, me habría mantenido al margen] Muchas veces tenemos tantas ganas de decir cosas, las que sean, que lo que dice el otro lo vemos como tiempo que te están robando para seguir escuchándote a ti mismo. Es como esa gente que va a los conciertos y se los pasa hablando. ¿Para qué prestar atención si la opinión la compraron con la entrada?
Pero estaba hablando de dinero. Qué vergüenza da pedir que te paguen al final del concierto, la verdad. Más que nada porque parece que lo que has hecho vale algo. Eso es como el chiste del mecánico que arregla un coche apretando un tornillo y pide 5 mil pesetas. "No, si el tornillo te lo he apretado gratis", responde al cliente. "Lo que cobro es saber qué tornillo era". Pues igual, yo tocaría gratis, pero ¿a quién le paso la factura del local? Más que nada porque es día 22 y aún le debo 70 euros al bajista de mi grupo. Qué cabrón el bajista, creo que está forrado.
martes, 22 de junio de 2010
domingo, 13 de junio de 2010
Pataleta
Karley, escritora de Nueva York; Rubén Gómez, diseñador de moda; Jota, un señor con una camiseta de Yoko Ono muy chula; Peggy Wang, componente del grupo The Pains of Being Pure at Heart; Jade, londinense; Diana Aller, bloguera; Miranda Makaroff, actriz; Gala González, it-girl.
Todos esos estuvieron en la zona VIP del Primavera Sound. Yo, que participé en él el año pasado y este también, nunca he estado.
(foto de Yours in Music)
martes, 8 de junio de 2010
Zapatillas
Fui con el grupo a tocar al San Miguel Primavera Sound 2010. Por supuesto, sin cobrar. Es más, algo hubo que pagar. El hotel y la cena no corrían por cuenta del festival. La furgo, eso sí, nos salió gratis: nos colamos en la de Boat Beam. Gracias. En principio desde la organización nos dijeron que sería complicado conseguirnos entrada para el festival, aunque finalmente tuvimos cada uno la suerte de disponer de nuestra propia pulsera.
Tocábamos en el escenario Adidas. No había tiempo para pruebas de sonido. Tampoco para arreglar problemas sobre la marcha, porque los técnicos –normal– llevaban tantos grupos en un mismo día que les daba igual todo. Hicimos el concierto. Me comí un estribillo. Nos vieron unas cuarenta o cincuenta personas. Había más alrededor, pero estaban haciendo otras cosas que no tenían nada que ver con nosotros.
Como el escenario era de Adidas, nos regalaron una bolsa a cada uno con productos de la marca. Una camiseta, una chaqueta y unas zapatillas. Mi chaqueta era azul celeste y alguien debió llevársela por equivocación en el multitudinario y compartido camerino. Sí, uno de esos camerinos en los que hay de todo menos músicos. Me gusta la gente, no pasa nada. La chaqueta no demasiado, espero que al afortunado le quede mejor que a mí.
Las zapatillas las llevo puestas. Me han hecho un poco de callo en un lateral del pulgar izquierdo, pero son bastante cómodos. Yo tengo malos pies, todo hay que decirlo. Nos son estas, aunque me gustan, estoy contento. Está bien que haya festivales con tantas horas de música, aunque algunas, como la de mi propio grupo, no le importe a casi nadie, incluídos los propios organizadores; el caso es que aún pudiendo prescindir de todas estas bandas accesorias, no lo hacen… ¿Por qué? También les felicito por su poder de concentración de sponsors, medios asociados y colaboradores, hasta el último centímetro de terreno tiene la complicidad comercial de una marca, y eso no es sencillo.
Sólo tengo un deseo: Adidas me encanta, las rayas creo que estilizan, pero preferiría que el escenario en el que toque ¿el año que viene? lo patrocine un banco o incluso una caja de ahorros. Si lo normal es que te obsequien con productos de la casa, esta gente debería dar fajos de billetes, ¿no? O por lo menos facilidades para pedir préstamos que te permitan seguir tocando en festivales.
Tocábamos en el escenario Adidas. No había tiempo para pruebas de sonido. Tampoco para arreglar problemas sobre la marcha, porque los técnicos –normal– llevaban tantos grupos en un mismo día que les daba igual todo. Hicimos el concierto. Me comí un estribillo. Nos vieron unas cuarenta o cincuenta personas. Había más alrededor, pero estaban haciendo otras cosas que no tenían nada que ver con nosotros.
Como el escenario era de Adidas, nos regalaron una bolsa a cada uno con productos de la marca. Una camiseta, una chaqueta y unas zapatillas. Mi chaqueta era azul celeste y alguien debió llevársela por equivocación en el multitudinario y compartido camerino. Sí, uno de esos camerinos en los que hay de todo menos músicos. Me gusta la gente, no pasa nada. La chaqueta no demasiado, espero que al afortunado le quede mejor que a mí.
Las zapatillas las llevo puestas. Me han hecho un poco de callo en un lateral del pulgar izquierdo, pero son bastante cómodos. Yo tengo malos pies, todo hay que decirlo. Nos son estas, aunque me gustan, estoy contento. Está bien que haya festivales con tantas horas de música, aunque algunas, como la de mi propio grupo, no le importe a casi nadie, incluídos los propios organizadores; el caso es que aún pudiendo prescindir de todas estas bandas accesorias, no lo hacen… ¿Por qué? También les felicito por su poder de concentración de sponsors, medios asociados y colaboradores, hasta el último centímetro de terreno tiene la complicidad comercial de una marca, y eso no es sencillo.
Sólo tengo un deseo: Adidas me encanta, las rayas creo que estilizan, pero preferiría que el escenario en el que toque ¿el año que viene? lo patrocine un banco o incluso una caja de ahorros. Si lo normal es que te obsequien con productos de la casa, esta gente debería dar fajos de billetes, ¿no? O por lo menos facilidades para pedir préstamos que te permitan seguir tocando en festivales.
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